viernes, 2 de mayo de 2008

Poesía contra el olvido: Caballero Bonald

José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) es un poeta atípico dentro de la Generación del 50. Mientras Ángel González o José Agustín Goytisolo explotaban la temática social de Posguerra con palabras sencillas, claras, que pretendían educar al pueblo, nuestro poeta se decantaba por un estilo más lírico, centrado más en la forma que en el mensaje, aunque sin olvidar el compromiso político. Así nacieron los poemarios Las adivinaciones, Memorias de poco tiempo, Anteo, Las hojas muertas, Pliegos de cordel, Descrédito del héroe, Laberinto de Fortuna, Diario de Argónida y Manual de infractores, además de numerosas antologías personales, entre las que destacan Selección natural (Cátedra), Copia del natural y sus obras completas hasta 2005: Somos el tiempo que nos queda, editado por Galaxia Gutenberg.
Su obra en prosa es una prolongación, en las formas, de su poética. Son relatos líricos, a veces fantásticos, que no calcaban la realidad de su tiempo, al igual que Juan García Hortelano, Ignacio Aldecoa o Jesús Fernández Santos. El mejor ejemplo es Ágata ojos de gato (1973-1975), aunque también comparten algunas de estas características Dos días de septiembre, En la casa del padre o El campo de Agramante.
Para terminar, es necesario citar los dos tomos que recogen sus memorias, Tiempo de guerras perdidas (1995) y La costumbre de vivir (2001), y algunos ensayos de diversa índole, como Los personajes de Fajardo.


LO QUE DEJA EL OLVIDO

Si el necesario olvido,
como el contagio de una llama,
tanto más cruento cuanto más tangible,
anuda sus tercos tentáculos
sobre la orilla inmensa de tu alma,
no lo dejes huir, acógelo
entre los muros que te cercan,
búscale un sitio dentro de tu sueño,
jamás le opongas alianza alguna
ni esquives su agresión con tu memoria.
Mas si el olvido aquel, como el aliento
del salitre en las rocas, interminablemente
vuelve a surgir al par que escapa
y entre las grietas de los años deja
el sedimento puro de cuanto fue preciso
vivir, de aquello que quizá
constituya la clave y el reducto
de la esperanza humana y es la vida
(precisamente ella)
quien está convirtiéndolo en historia,
alza entonces contra el posible olvido
todo el poder que te transfiere
tu propia libertad, quebrántale
sus torrenciales cláusulas al tiempo,
que en la enterrada cifra
de todo lo vivido, su propio dardo oscuro
será tu más gustosa recompensa.


JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD

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