miércoles, 3 de septiembre de 2008

¿ES "EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS" LITERATURA JUVENIL? ( II )

Además de las deficiencias en la ambientación histórica y en la construcción del relato, lo que más sorprende al lector adulto es el protagonismo directo que cobra la muerte en el final del libro. Durante la narración se percibe como una presencia lejana, un elemento dramático secundario que alimenta nuestra empatía con los personajes principales, ya sea por el fallecimiento de la abuela de Bruno o a través de las connotaciones de la palabra Auschwitz, que el autor trata de atenuar con una nueva deformación: “Auchviz”. El objetivo es, en realidad, el de confiar al lector para lograr el mayor impacto emocional en el desenlace, ya que sucede en el punto álgido de la amistad entre los protagonistas. Este impacto emocional juega, a su vez, con el supuesto de que la muerte no debe aparecer de forma explícita en la literatura juvenil, un tema tabú reservado, únicamente, a la literatura para adultos, lo que refuerza, todavía más, la sorpresa, por lo inesperada, e inclina la balanza hacia el slogan de la contraportada: “(No) es sólo un libro para adultos”.
El meollo de este prejuicio se encuentra en una sociedad cada vez más protectora con la infancia y en la concepción occidental de la muerte como un aspecto negativo de la existencia, no como un fenómeno natural ni como una verdad incontestable que forma parte de la vida. Por lo tanto, la mayoría de los ciudadanos (padres y educadores a la cabeza) preferirán la felicidad en la ignorancia a esa verdad infeliz, aunque resulte ineludible y sus consecuencias se vean agravadas por el autoengaño. Por suerte, la Literatura Infantil y Juvenil ya hace tiempo que comenzó a romper con los tradicionales temas tabú, tal y como señala Teresa Colomer en varios de sus artículos, para responder a las necesidades de lectores adolescentes más inquietos que no encuentran una contestación satisfactoria a las preguntas que plantea la vida en las personas adultas. Dos ejemplos bien claros serían El niño gris y Un puente hacia Terabithia, de Katherine Paterson. El primero es un álbum ilustrado que conocimos en el “Diploma de lectura, cultura i literatura per a infants i joves” de la Universidad de Valencia, y que tras el estupor inicial, suscitó una viva polémica sobre la conveniencia de un libro infantil que educara en la comprensión de la muerte. El segundo, Un puente hacia Terabithia, es un clásico de la literatura juvenil norteamericana que, recientemente, ha sido llevado a la gran pantalla. Al igual que El niño con el pijama de rayas, trata sobre la amistad y la muerte, aunque desde un tiempo cercano al actual y de una manera mucho más realista, emotiva y natural. No quiero desvelar mucho más de la obra de Paterson, porque bien merece una entrada en “Aguja de marear”.
Pero, esta interpretación tal vez sea insuficiente para algunos lectores, porque algunos todavía se preguntarán: “¿Acaso no es bastante emotiva la amistad entre dos niños predispuestos a odiarse?” “¿Qué sentido tiene que murieran?” La respuesta, a mi parecer, es todavía más amarga. No sé si algún día releeré El niño con el pijama de rayas y cambiaré de opinión, como me ha ocurrido con algún otro libro, pero la impresión que tuve al terminarlo fue que a John Boyne no le movió la exaltación de la amistad para escribirlo, ni la necesidad de darnos una lección de tolerancia, sino un oscuro sentimiento de venganza. Una venganza todavía más cruel porque, a ojos de cualquier lector, no está dirigida a Bruno ni tampoco motivada por ninguno de sus actos, pues se percibe como una figura positiva, inocente, casi milagrosa. El objetivo es el comandante nazi de Auschwitz, padre del niño, del que tan sólo conocemos algunos rasgos desdibujados de su vida familiar, pero del que intuimos el horror de sus actos cuando cruza el umbral de su casa. La relación con su familia se muestra distante, autoritaria e intolerante (el desacuerdo con su madre, abuela de Bruno, es un buen ejemplo), donde la ambición y la sumisión a su líder pesan más que el bienestar real de los suyos. No es porque no quiera a su mujer e hijos, es porque su trabajo se antepone a su responsabilidad como padre y marido. Si fuera así, Bruno no habría encontrado su propio final y las últimas páginas del libro no se habrían escrito, donde el autor se regodea en el dolor del padre, que sufre el peor de los castigos: no saber si su hijo ha muerto y en qué circunstancias se pueden haber producido. Por otra parte, es una venganza cargada de simbolismo y de cierta paradoja, pues Bruno camina hacia la muerte de la mano de Shmuel, el niño judío, movido por la amistad entre ambos, un sentimiento positivo que posibilita el intercambio de papeles entre víctimas y verdugos. Pero el elemento más aterrador es que la responsabilidad última de esta tragedia la tiene el comandante nazi, es su trabajo, aunque uno de tantos niños con pijama de rayas sea su propio hijo.
En conclusión, John Boyne escribió un libro para adultos disfrazado de literatura juvenil. Ni los elementos paraliterarios, ni la debilidad de la trama, ni la deficiente ambientación histórica pueden encubrir un propósito cruel, como es la venganza contra un padre a través de su hijo. Aunque, si recordamos los grandes clásicos de la literatura infantil y de la tradición oral, tal vez encontremos un nuevo motivo para dudar.

7 comentarios:

Casandra dijo...

El título es para darle una paliza a Boyne. Qué horror. XD
Por lo que he leído en tu blog te recomendaría "Firmin" de Fred Savage (quizá lo hayas leído), creo que puede darte mucho juego para trabajar textos con los alumnos más pequeños de la ESO, aunque no soy profesora y quizá me equivoco.
Un saludo

Héctor Monteagudo Ballesteros dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Cassandra.
Tu sugerencia del libro de Fred Savage la consideraré (todavía no hemos decidido todas las lecturas del curso)después de leerlo.
Un saludo, y espero que nos veamos más a menudo por aquí.

Manuel dijo...

Comprenc el vostre rebuig ( el teu i ed'Elisabet )cap a les obres "consumistes" podriem dir. Si quasi que ens obliguen a llegir-lo amb tanta publicitat, ja hem perdut la gràcia de tot el ritual que comporta l'elecció del proper llibre de lectura, i a més ens surt el nostre jo rebel ( per dur un poc la contrària, cony, que no va mal).
Però, no has estat un poc cruel amb el pobre Boyne?
No creus que allò de l'ambientació històrica haja estat una cosa voluntaria, i el que tu creus una equivocació haja estat un fet premeditat?
Potser l'error haja estat en la gosadia del Boyne de voler abastir un ventall massa ample de lectors. No ho sé.
Per altra banda també dius que et pareix rar que el tal Bruno, no s'entere de tot el que passa al seu voltant. Per mi, si aquest llibre té alguna gràcia, radica justament en això, en la ignorància del protagonista. Perquè no és aquesta la que ens fa més feliços? No és aquesta la que ens allunya dels prejudicis? I no és justament aquesta ignorància la que a la fi fa millor persona a Bruno que a son pare, i la que li permet fer-ser amic d'un jueu?
I és en aquest punt on no puc deixar de veure una certa semblança amb la pel·licula "la vida és bella" on Roberto Benigni intenta fingir la realitat de l'horror al seu fill.
Bé, aquesta tarda tenia ganes de fer d'advocat del diable ( és diuenge de vesprada i em pose de mala llet...)

Héctor Monteagudo Ballesteros dijo...

Bienvenido, Manuel. Sí, tal vez haya sido un poco cruel (y bastante pedante: es lo malo de releerme) con Boyne. De todas formas, no me arrepiento de lo escribí. Puede ser que tenga los mismos prejuicios que Elisabet, pues los dos disfrutamos con la buena literatura, aunque también respeto a quien le guste la más comercial. El problema es que ese respeto no siempre es mutuo cuando hablamos del escritor. En este caso, Boyne no respeta la inteligencia del lector, y menos si es un niño o un adolescente. Además de todos los elementos inverosímiles que señalé, es una novela que oculta las más oscuras pasiones de su autor (empezando por la venganza) en un marco histórico que despierta fácilmente el morbo del lector. Y no es que me disguste este tipo de novelas. Lo que me disgusta es la hipocresía de querer venderla como su contrario: una historia de amistad imposible.
Ya me dices qué te parece. Ahora que sé que estás en activo me pasaré por tu blog.

Manuel dijo...

Hola Héctor, si t'he de ser sincer et diré que quan vaig llegir la teua ressenya, em paregué que vas fer una anàlisi bastant profunda ( almenys per a mi)i en cap cas pedant com dius, i vaig pensar que segurament jo no em pare a fer aquestes anàlisis i que em deixe portar massa fàcilment per una història que siga mínimament captivadora. ( falta de crítica? ho pensaré durant la meua propera lectura)
Respecte al meu comentari, simplement eren ganes de fotre canya, picar-te una mica per veure con responia una persona que argumenta tant bé com tu, i de fet agraïsc aquestos comentaris tan ben fets. També era una excusa per fer-te un comentari i tornar a saludar-te d'aquesta forma, així que res, fins el proper comentari.
Encara pares per Ontinyent?

Héctor Monteagudo Ballesteros dijo...

Uy, tranquilo, Manuel. Soy de los que echo de menos un pique sano (aquí nadie critica lo que digo, no sé por qué). De hecho, escribí estas entradas para ver si alguien entraba al trapo, pero no ha habido suerte. Y eso que contaba con que seríamos cuatro a los que no les ha gustado el libro; tal vez deba reseñar ahora la película. Lo malo es que no me quiero gastar dinero en verla.
Ahora paro por Ayora. Ya sabes, la vida del profesor nómada.
Ya hablamos.

Pippa dijo...

Hola Héctor solo para acotar que "Firmin" es de Sam Savage,me parece que Fred Savage es un actor👀

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