domingo, 25 de mayo de 2008

Arte contra la pared

En una sociedad cambiante, es necesario buscar nuevas formas de expresión que se acomoden a las distintas visiones de la realidad. El graffiti es un buen ejemplo de forma límite, polivalente y, en ocasiones, inclasificable. Su valor artístico todavía no es reconocido por la mayoría de las instituciones, que en el mejor de los casos lo tildan de "vandalismo" urbano, pero su significación social es indudable. Se ha erigido en emblema de toda una corriente contracultural comprometida con ciertas reivindicaciones políticas e injusticias sociales, sin renunciar a la expresión personal, espontánea, gozosa del arte por el arte. Para ello aprovecha cualquier superficie, cualquier recoveco de nuestra ciudad que pueda dar volumen a su mensaje y compartir sus formas. Ya que la fuerza de los grafittis reside en que no se esconde en galerías ni locales bajo techo, sino que se exhibe a pie de acera, entre farolas y papeleras, a la vista de cualquier transeúnte. Es un arte popular, desinteresado, libre y solidario, que no tolera bien las injerencias del poder ni los cánones oficiales y que, en consecuencia, suele estar sancionado por la normativa municipal.
Un paso hacia el reconocimiento de su valor artístico es la edición del libro Rodant pels carrers que Ana Veintimilla ha compuesto sobre los graffitis del barrio de El Carmen de Valencia. En él se recogen 425 fotografías que la autora ha ido compartiendo en su blog mifotodeldía/ adivina la calle desde 2005. Además de las fotografías, este libro incorpora algunos textos de los grafiteros comentando sus obras, una información de primera mano que lo hace más interesante todavía. Según confiesa Ana Veintimilla, la idea surgió tras visitar las tres ediciones de Poliniza, el festival organizado por la Universidad Politécnica de Valencia, y que consiste en la habilitación de algunas superficies para que artistas propios e invitados de varias ciudades, también extranjeras, puedan expresarse con libertad y con la seguridad de que su obra permanecerá durante un año a disposición del público. Tiene la ventaja de que la preserva del "gris Rita" que trata de borrarlas día sí y día también, además de poder contemplar estilos y colores de otros lugares; pero también le resta espontaneidad y le niega parte de su carácter efímero, pues la certeza de que en breve desaparecerá es la garantía de que pronto disfrutaremos de un graffiti nuevo, tal vez más elaborado que el anterior.
No quisiera terminar esta entrada sin referirme a sus posibilidades didácticas. En primer lugar, porque estoy convencido de que, en ciertos casos, podemos emparentar a los graffitis con la poesía visual y, de forma más tangencial, con la publicidad, porque tienen en común el uso combinado de los códigos verbal e icónico al servicio de una intención comunicativa determinada. En segundo lugar, porque la atención a la forma de estos mensajes puede inspirar el diseño de actividades que trabajen la descripción en el aula a partir de fotografías que resultarán, a su vez, cercanas y motivadoras. Y, en último lugar, porque favorece la adquisición de ciertos valores, no sólo relacionados con la educación estética, sino que tengan también como objetivo diferenciarlos de comportamientos antisociales.
Las imágenes que siguen son mi aportación personal a esta forma de arte. La resolución es algo baja porque fueron tomadas con la cámara de un teléfono móvil, y no todas están localizadas en el mismo barrio del Carmen, aunque sean obra de los mismos autores, como Julieta xlf, de quien he tomado prestada la que encabeza esta entrada.
Si algún lector quiere saber más sobre este asunto, puede leer el reportaje de El País de hoy con sólo hacer click en el título.


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