sábado, 21 de febrero de 2009

"Jazzuela", una alternativa para leer "Rayuela"

Rayuela fue escrita como un reto para lectores obsesivos. Lo primero que sorprende al profano es la disposición de sus capítulos, que animan a leer la novela de dos formas posibles: la manera tradicional, en orden cronológico, y otra salteada, como si participara en el popular juego infantil, según la numeración que indicaba Cortázar al final de cada capítulo. Esta segunda forma de lectura incluía los llamados "capítulos prescindibles", que poco o nada añadían a la trama original, puesto que se nutrían de materiales diversos, como poemas o recortes de periódicos, aunque contribuyeran a extender la atmósfera mágica que rodeaba a sus personajes.
Si nos sumergimos en ciertos pasajes de Rayuela, más allá de su arquitectura, seguiremos encontrando guiños al lector, algunos parapetados entre líneas. Un ejemplo famoso es el del capítulo 34, en el que Horacio Oliveira, intenta concentrarse en la lectura de una novela de Pérez Galdós mientras planea sobre su conciencia la muerte del bebé Rocamadour. Para representarlo, Cortázar intercala las palabras del escritor con las del monólogo interior de su personaje, en busca de un contraste sentimental que mueva al espectador. Otra forma de lectura, menos espectacular y no por ello menos necesaria, es mediante las referencias musicales que salpican parte de la trama. La música es disfrute y asunto de conversación para Oliveira, la Maga o Gregorovius en el minúsculo piso del barrio Latino en el que se hacinan y se refugian del mundo. Entre sus paredes resuenan temas clásicos del jazz interpretados por Lois Amstrong, Earl Hines, Bessie Smith o Frank Trumbauer. No conocerlos, o no escucharlos en su momento, supone no comprender el argumento de estos capítulos, pues la música alcanza la categoría de código narrativo.
Una solución es adquirir Jazzuela, el libro-CD que recopila los temas a los que hace alusión Cortázar, junto con la cita de los capítulos de Rayuela en que aparecen. Su duración es de 69 minutos y, a los 19 temas necesarios, se le añaden dos más que, a pesar de no ser mencionados, sí estarían implícitos en la narración. El cuadernillo, por su parte, consta de 144 páginas, en el que además de los capítulos, podemos leer una valiosa introducción y numerosos artículos sobre la vinculación del escritor con el jazz. Tanto la selección musical como parte de los textos son obra de Pilar Peyrats Lasuén, estudiosa del género, y fue publicado en 2001 en Valencia.
Si queréis ampliar esta información, podéis visitar la página de Lycos o consultar la entrada que le dedica Aulablog, en donde encontraréis los enlaces que os conducirán a tres ensayos sobre este tema. Por mi parte, propongo como ejemplo de esta lectura interactiva la cita del capítulo 10, que hace alusión a los dos primeros temas de Jazzuela, incrustados al final de la entrada en formato mp3.

10

Las nubes aplastadas y rojas sobre el barrio latino de noche, el aire húmedo con todavía algunas gotas de agua que un viento desganado tiraba contra la ventana malamente iluminada, los vidrios sucios, uno de ellos roto y arreglado con un pedazo de esparadrapo rosa. Más arriba, debajo de las canaletas de plomo, dormirían las palomas también de plomo, metidas en sí mismas, ejemplarmente antigárgolas. Protegido por la ventana el paralepípedo musgoso oliente a vodka y a velas de cera, a ropa mojada y a restos de guiso, vago taller de Babs ceramista y de Ronald músico, sede del Club, sillas de caña, reposeras desteñidas, pedazos de lápices y alambre por el suelo, lechuza embalsamada con la mitad de la cabeza podrida, un tema vulgar, mal tocado, un disco viejo con un áspero fondo de púa, un raspar crujir crepitar incesantes, un saxo lamentable que en alguna noche del 28 ó 29 había tocado como con miedo de perderse, sostenido por una percusión de colegio de señoritas, un piano cualquiera. Pero después venía una guitarra incisiva que parecía anunciar el paso a otra cosa, y de pronto (Ronald los había prevenido alzando el dedo) una corneta se desgajó del resto y dejó caer las dos primeras notas del tema, apoyándose en ellas como en un trampolín. Bix dio el salto en pleno corazón, el claro dibujo se inscribió en el silencio con un lujo de zarpazo. Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose. Bix y Eddie Lang (que se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota I'm coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, el jazz.

— Se está bien aquí. Hace calor, está oscuro.

— Bix, qué loco formidable. Poné Jazz me Blues, viejo.

— La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delate del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habría rabiado cuando grababan discos.

— No tanto —dijo Perico—. Era como hacer sonetos en vez de odas, y eso que yo de esas pajoterías no entiendo nada. Vengo porque estoy cansado de leer en mi cuarto un estudio de Julián Marías que no termina nunca.

(-65)

Rayuela. Madrid: Ediciones Cátedra, 1984.

Citado por http://www.eldigoras.com/txt001rayuela010.htm




Bix Beiderbecke - Jazz Me Blues


Found at bee mp3 search engine

2 comentarios:

Marian dijo...

Gracias por la completísima entrada. Yo estoy retomando ahora la lectura de esta gran obra, estoy inmersa en el mundo "cortazariano" y me parece muy interesante la información que aportas. Un saludo.

Héctor Monteagudo Ballesteros dijo...

Me alegra que lo hayas hecho. Cortázar cambiará muchos aspectos de tu forma de entender la literatura. Un abrazo, Marian.

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