jueves, 14 de agosto de 2014

Noche literaria en Hortunas



La literatura no solo la hace los libros ni los autores que la crean, sino todo un mundo social que la rodea y con el que se retroalimenta en un proceso constante. Los eventos que la celebran son la excusa necesaria para que los escritores salgan de su cubil con el propósito de socializar y conocer otras formas de entender la escritura. Así, las presentaciones de libros, las lecturas dramatizadas, las mesas redondas, los homenajes o los recitales poéticos se pueblan de personas que aman las letras, con sus luces y sombras, con su afán, su vanidad y su talento a cuestas. A veces, estos encuentros se organizan fuera de sus límites naturales, de bibliotecas, librerías y centros educativos, para conquistar otros espacios que, hasta la fecha, parecían irremediablemente ajenos.
Hortunas es uno de esos espacios durante la mayor parte del año, pues no deja de ser un pueblecito agrícola, con algo más de medio centenar de habitantes, en el corazón interior de la Valencia castellana. Sin embargo, desde hace un par de años, en una noche de agosto, cambian el cultivo de las vides, el cuidado de la huerta, a orillas del río Magro, por el de la palabra escrita. El motivo es la concesión de los premios para el Certamen Literario Infantil, que organiza la Biblioteca Pública Juan Vicente Piqueras, para toda la comarca de Requena - Utiel, y alrededores. La modalidad única es la de relato breve y no solo participan alumnos de Primaria, sino también de primer ciclo de ESO. El jurado lo encabeza el poeta Juan Vicente Piqueras, junto con algunos escritores de ámbito local, nacional e incluso internacional.
La entrega de premios se celebró el sábado, 9 de agosto, en la plaza de Hortunas, precedida de una fabulosa cena, con productos de la tierra, y un recital poético a cargo de los miembros del jurado, que levantó admiración y aplausos a partes iguales. Durante la cena, pude entablar conversación con algunos escritores locales, la mayoría novelistas, que fue provechosa y entretenida. Tras la sobremesa, me tocó compartir los trabajos de presentador con Juan Vicente Piqueras, para lo cual ya había elaborado un guion (así, sin tilde, por monosílabo, como dicta la Ortografía de la RAE de 2010), al que, una vez en el escenario, tuve que hacer algunos añadidos.
Abrió el recital Francisca Aguirre, Premio Nacional de Poesía de 2011, asistida por su hija Guadalupe, con dedicación y ternura. Noté la cadencia de su voz mientras recitaba uno de los poemas de Historia de una anatomía, su poemario más premiado, el silencio de la plaza que se deleitaba con la verdad de sus versos, el hueco que había dejado Félix Grande, su marido, y el paso de un tiempo, su propia vida, vuelto en belleza lírica:

Anecdotario

Tengo muy pocas cosas claras
pero una de esas pocas cosas
es que sin la música yo habría sido otra,
y esa otra habría sido peor.
Todo cuanto recuerdo
está relacionado con la música
desde mi padre que siempre cantaba
mi madre que siempre cantaba
(hasta que dejó de cantar durante mucho tiempo)
mis tías mis tíos mi abuela.
En casa todos cantaban
y después del desastre
pasado un tiempo todos volvieron a cantar.
Mi madre y la abuela
de manera distinta como con sordina
pero los tíos y las tías
como siempre.
Y nosotras con ellos.
Veo a mi abuelo en 1934
oyendo tangos de Gardel junto a mi padre.
En 1939 los tíos en Barcelona cantaban
"Junto al Puente de la Peña una tarde la encontré".
¡Qué bonita era Barcelona!
Y qué alegre estaba mi padre
mientras cantaba "No era calle que era un río".
Fui al Ateneo en 1958 para oír a un poeta joven
que leyó un poema titulado
"Largo para clavecín solo".
Me gustó el poema y me gustó el poeta. Me enamoré.
Nació mi hija en 1965:
el poeta argentino José Alberto Santiago
la dormía cantándole vidalitas.
Y la voz arrolladora del cantor Jaime Dávalos
también argentino la despertaba.
Mis hermanas y yo vivíamos para la música
y gracias a la música creíamos en el futuro.
Llegó el amor y con él llegó el flamenco.
Llegó mi hija y con ella llegó Keit Jarret
y llegó también la alegría y la felicidad.
Todo estaba bien.
El mundo tenía sentido.
¿Cómo hubiera sido ese mundo nuestro sin la música?
¿Cómo habría sido sin oír a mi niña cantando:
"Pasaba por aquí...".


La jienense Carmen Camacho la sucedió sobre el escenario. Llegó con su porte de bailarina, segura y entregada a un público que la miraba con expectación. Comenzó por explicar la anécdota que había inspirado su poema "Letra pequeña", una pequeña discusión por teléfono con la chica de atención al cliente de Mapfre. Este hecho insignificante, cotidiano, que giraba alrededor de si había leído la letra pequeña o no de su seguro, dio pie a un poema extraordinario, que supo magnificar al tener la deferencia de recitarlo de memoria, sin vacilar ni equivocarse en ningún momento, pero con la intensidad y la emoción suficientes para que cada uno sintiésemos un calambre en la nuca y un nuevo latido en el corazón:

LETRA PEQUEÑA

Aborrecer el nido no es un dato 
que tenga en cuenta la tarjeta 
y que se las arreglen las alondras.

Aníbal Núñez



Hay daños que no cubre el seguro
combinado del hogar, lo sé.
Las llamadas perdidas, por ejemplo,
las cartas rotas, la soga de seda,
la noche que hay detrás de los espejos,
esta plaga de cristales en el pecho.
La ablación de mi sed.

Así contraje la enfermedad de los jabones.

Por eso le quise, con todo mi hastío.
Contra la vida en vilo
fui hueco en su hueco, frío en la guantera,
materia inmóvil.
Dejé crecer las paredes de esta casa
conmigo dentro.

Pasaron siglos, siglos de reloj.

No abundaré en detalles, señorita.
Sólo diré que he arrancado la puerta de cuajo,
que he tenido la misericordia
de tirar al barro
el azúcar glasé,
que ahora me entra luz en la despensa.
Ya sé, tampoco contempla la póliza
el amor a terceros, el temporal de sol,
el tumulto en las calles ni el motín de la hormiga.

Pero este es un caso de delicadeza mayor.

Y yo sólo llamaba para decirle, amiga,
que me acabo de conceder
a todo riesgo
la incertidumbre de vivir
abierta de par en par.


Guadalupe Grande recordó la importancia de tener una biblioteca para Hortunas, de un lugar para leer, para conocer libros, entretenerse, crecer alimentados por las letras y saber de otros mundos que solo la literatura hace posibles. A continuación, recitó "Una vida mejor", de su poemario Hotel para erizos (2010), plagado de imágenes visionarias y enumeraciones que debían mucho al Postismo:

UNA VIDA MEJOR


Y daría igual que fuéramos eternos.



El escaparate brilla como los fuegos fatuos.



Tras el cristal las minúsculas manos desmenuzan la herrumbre,



una maleta, un pañuelo, un zapato, el cinturón de falsa serpiente, plumas de avestruz para el sombrero que ya nadie llevará,

así brilla el tiempo tras el cristal, fruta escarchada de los días, brillo mineral colgado de un árbol cortado, pez anudado a la cuerda de tender.


Y dará lo mismo que seamos eternos.






Mirar los escaparates, corchea arriba, semifusa abajo,

acompasar el paso para tropezar,

para volver del mediodía, para llegar al anochecer.




Un escaparate y luego otro, y al fondo, el cajero y su ábaco de lágrimas: pasar o no pasar. O quedarnos aquí, moliendo la herrumbre con el molinillo de té.




Pero los guantes de gamuza se posan sobre el piano. Do re mi, sordamente, fa, sol, sol, felpa constante en la percusión. No, no hay pez martillo que valga. No hay animal de sombra ni luz en esta cuenta de adverbios: aquí, allí, ahora, entonces, cuándo.




Daría lo mismo que fuéramos eternos, entonces, ahora, hoy o jamás.







Es mucho más simple. No es cuestión de constelaciones, no es el brillo de la madera trasmutado en ballena, no es la piedra roseta, ni el esperanto de la lluvia, no el canto de sirena deletreado en los surcos de la pizarra. Es mucho más simple.




Una vida mejor.




Una vida con memoria de elefante y sed de camello y ojo de lince, brújula de cormorán, solidaridad de hormiga, precisión de abeja, una vida con fidelidad de cisne y sonrisa de chimpancé y delicadeza de libélula y piel de leopardo, conversación de bosque, majestad de cordillera y siempre el cuento de nunca acabar.




Primera lección nunca aprendida en las cuevas de sésamo: la vida está aquí, no allí, y todos creen que seremos eternos.




En el escaparate brilla la caja registradora, pequeña cola de alacrán, servilletero que nos abraza a la mesa,




una vida mejor,




aquí, allí, al otro lado del cristal.




Y nada importa que seamos eternos.



Rafael Ponce siempre ha sido más conocido por su labor teatral que por la lírica, que hasta este verano, guardaba para sí. En sus poemas no solo se disfruta la huella del director, la improvisación del actor y la genialidad de autor que todo buen dramaturgo posee, y más a dúo con Margarita Sánchez, sino de un sentido del humor poético, que huye de la astracanada para degustar el juego con las palabras, con los sentidos y con los sonidos.

Kostas Vrachnós aportó el toque de interculturalidad que necesitaba esta jornada. Traductor, poeta y ensayista griego, aporto, primero, un poema breve escrito en castellano, cercano a la síntesis del haiku, para rematar con uno en su lengua materno, traducido, después, a la nuestra.

Por último, Juan Vicente Piqueras (aunque la mayoría lo conoce como Juanvi) se animó a obsequiarnos con un poema, antes de dar paso a la entrega de premios, con desparpajo y buen humor. Se dirigió al público, sobre todo al más pequeño, y les preguntó si conocían a Ulises y la historia de su mujer Penélope. Algunos asintieron intrigados. Entonces les contó, para refrescarle la memoria a más de uno, los trabajos de tejer de día y destejer de noche de la reina de Ítaca para no acceder a los requiebros de los pretendientes que habían invadido su palacio, bajo la creencia firme de que su marido había muerto. Era, en realidad, la historia perfecta para introducir "Súplica", de su libro Atenas, galardonado con el Premio Internacional de Poesía Loewe en 2012:

Súplica


Sigue tejiendo, amor, y destejiendo
jerseys y leguas para mi derrota,
bufandas para el viento que me lleva,
el frío de mi fuga
y el invierto que soy. Sigue tejiendo.

Sigue diciendo no
al desaliento y a tus pretendientes.
Y no les digas no, diles mañana,
y mañana también diles mañana.
Lo mismo que yo a ti. Hasta que regrese.

Cuando cansado ya de derroteros,
harto ya de perderme y de morarme
en regazos de magas o en riesgos de sirenas,
regrese a ti, y no sepas
qué hacer con el quehacer de tanta espera
como ahora no sé qué hacer conmigo.

Me he convertido en nadie.

Tendré que regresar a tu regazo,
apoyar mi cabeza donde ahora está el ovillo
que guía mi retorno.

Y cuando llegue a ti ya no sabrás quién soy.
Cuando te abrace abrazarás el aire.


No fue, en verdad, una noche de versos, pues los auténticos protagonistas fueron los niños que presentaron sus cuentos al Certamen y ganaron no solo premios, ni cenar con poetas laureados, sino compartir sus cuentos -tan perfectos, tan acabados, tan dignos de mérito para su edad-, con la voz de Juanvi Piqueras, con el pueblo de Hortunas, con sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus amigos de siempre. La noche fue, en realidad, de los que aman las letras, sin edad.


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