Hace bastantes meses que no le dedico una entrada a un decálogo, pero el que sigue bien merece el regreso. Se trata del "Decálogo más uno, para escritores principiantes" que concibió el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994), del que se conmemora este año su centenario. Su nombre (o, mejor dicho, su apellido) está íntimamente ligado al "Boom Latinoamericano" de los años sesenta, pues influyó, decisivamente, en la obra de autores más jóvenes, como Julio Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa. No entraré en los detalles de su biografía, ni en su vida de exiliado político, ni en las burdas acusaciones que la dictadura uruguaya esgrimió contra él, ni relataré ninguna anécdota que ilustre su carácter provocador, su inteligencia subversiva, la misma que parió a Juntacadáveres y a Dejemos hablar al viento.
En cambio, si queréis saber más de este "Padrino oculto e inquietante de la literatura latinoamericana", podéis visitar la página web de su centenario, de donde he extraído el material de esta entrada.
Decálogo más uno, para escritores principiantes
I. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X. Mientan siempre.
XI. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer."
II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X. Mientan siempre.
XI. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer."
3 comentarios:
Magnífico decálogo, cómo no. Es difícil escoger uno solo, porque todos tienen su miga. A mí me encanta el X. El IV y el V, qué difíciles...
Hace demasiado que no me empapo de la húmeda polvareda de Santa María...
Juan Antonio, tienes razón, son casi utópicos. Coincido contigo en el X: un buen escritor debe ser, ante todo, un gran mentiroso. El VIII está estrechamente ligado con el anterior y me recuerda al final de "1984" de G. Orwell.
Antonio, junto a Macondo y Comala, es uno de los lugares a los que tengo pensado volver.
Gracias a los dos, amigos.
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