La valoración del proceso y del producto es una pieza clave de cualquier proyecto pedagógico. La razón no hay que buscarla en necesidad rutinaria de poner una calificación numérica sobre diez puntos, sino en la oportunidad de regular tanto el aprendizaje, como la conducta de los aprendices y los elementos que integran el proyecto, en diferentes momentos y con la ayuda de instrumentos diversos, que se adecuen a la finalidad, el procedimiento y la naturaleza del objeto de evaluación.
Uno de los instrumentos con mayores posibilidades es el pasaporte educativo, que recoge técnicas y estrategias, sobre todo en lo que afecta a su estructuración, del portafolio, como el perfil personal de cada equipo, pero también de la gamificación -si se recompensa el rendimiento académico por insignias- u otras herramientas cada vez más habituales en nuestras aulas, como las escalas de evaluación, las listas de cotejo o las rúbricas, para valorar una tarea determinada o el producto final en sí mismo.
Buen ejemplo de ello fue el pasaporte que diseñé para el proyecto Cabrielistas hace un par de años. La complejidad del proyecto requería, a su vez, de una herramienta que facilitara la regulación y valoración de los aspectos de mayor relevancia de esta iniciativa, al tiempo que la hiciera comprensible a los estudiantes implicados, de manera que los guiara hacia una meta clara y asequible. A pesar de que el producto final del proyecto fuera la publicación web, el pasaporte reorientaba el foco hacia otro objetivo más motivador, la excursión de final de curso a las Hoces del Cabriel, con la intención de pasar una jornada de multiaventura, en la que pudieran disfrutar del rafting o descenso en canoa por un tramo del río. Para lograrlo en el primer turno, el equipo tan solo debía presentar el pasaporte que comparto en esta entrada con todas las insignias selladas en tiempo y forma, ya fueran de cada una de las trece tareas como de las cuatro referentes a rendimiento académico y actitud. Los que no cumplieran exactamente ese requisito, irían en el segundo o tercer turno, en función del número de sellos, fecha y valoración de "logrado/ No logrado/ en proceso" que hubieran obtenido.
Las tareas, por su parte, se calificaban con ayuda de una escala de valoración que partía de los indicadores de logro que debía alcanzar el equipo. Por cada una se les daba dos oportunidades o convocatorias de "Logrado", con el fin de favorecer a los más rezagados o con necesidades específicas. Por otra, la gestión de los equipos, desde los presupuestos del Aprendizaje Cooperativo, se llevaba a cabo en las primeras páginas del pasaporte, primero de manera individual, a modo de autoevaluación y evaluación externa para desempeñar un rol concreto en el equipo -como el de portavoz, secretario, dinamizador o supervisor- y de manera grupal. Por último, se incorporaba un código QR por apartado para interactuar de manera telemática con el pasaporte, a través de los formularios de Google o Google Forms. La portada, finalmente, se imprimía en el color con que se identificaba a cada uno de los equipos. Es la razón por la que aparece en blanco, tan solo acompañada por la trama de puntos, en el modelo en PDF que he incrustado al final de esta entrada.
Por desgracia, debido a la falta de tiempo y desacuerdos internos, no se pudo poner en marcha. Espero que sirva de inspiración para otros apasionados del ABP que tenga la necesidad o el deseo de implementarlo en sus proyectos.
1 comentario:
Gracias por tus comentarios y tu blog.
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